¿Con qué más podemos comparar al sol en el atardecer? “El sol cae en el mar como una bola de fuego, el sol se derrite en las aguas de la laguna”. Las comparaciones se agotan, ya fueron escritas. Buscamos nuevas. “El sol cae en el agua como un disco de oro de Luis Miguel”. Forzamos la comparación para que el segundo término sea cada vez más extraño, para que produzca un chispazo, una rareza que rompa la frase fosilizada. Pero hay algo que podría mejorarse. ¿Qué pasaría si cambiamos el parecer por el ser? Sería así: “El sol es un disco de oro de Luis Miguel que cae en el agua”. Mucho mejor. El sol no juega a ser, es. Pero como el ser no alcanza a ser nada si no hace, hay que ponerlo a actuar. La frase continuaría así: “El sol es un disco de oro de Luis Miguel que cae en el agua, un disco que, a pesar de llevar el éxito en sí, no puede contra el olvido del mar glacial. Intenta aún brillar en las ondas del canto, en las desdoradas palabras que tiñen las nubes de violeta y naranja antes del anochecer.”